Las praderas tapizadas de césped son historia. La concienciación sobre un uso racional del agua refuerza una tendencia en jardinería: paisajes donde las especies mediterráneas conviven con espectaculares cactus.

Apunte este nombre: xeropaixajismo.

El secreto está en la xerojardinería, cuyas raíces alcanzan hasta principios de los años 80 en la universidad de Colorado. «Fue a raíz de la sequía, en especial en California, cuando la gente se empezó a sensibilizar allí sobre las restricciones de agua y que no se podía mantener el riego de jardines», explica Silvia Burés, decana del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos de Cataluña y autora de varios títulos de divulgación. Ella fue quien introdujo en nuestro país el término que designaba un nuevo concepto de jardín. «Mientras hacía el doctorado en Estados Unidos escribía desde allí para la revista Horticultura. En 1991 publiqué un artículo en el que traduje el término xeriscape como xerojardinería y en aquel momento tuvo mucho impacto», recuerda.

El jardín del futuro no necesita agua, tiene un hotel para insectos y puede que un cartel de ¡cuidado! que pincha. «No todos los cactus pinchan» .

Esta filosofía jardinera cuenta con sus propios mandamientos, siete, pero que también podrían resumirse en dos: escoger especies autóctonas o adaptadas al entorno, y reducir el riego al mínimo

 

Durante mucho tiempo en nuestro país la flora autóctona ha quedado olvidada

Durante mucho tiempo en nuestro país la flora autóctona ha quedado olvidada en beneficio de la exuberancia de las plantas tropicales, de la importación de composiciones al estilo inglés con grandes praderas tapizadas de herbáceas, muy ordenados y podados con escuadra y cartabón, y un auténtico desafío a la climatología de buena parte de la Península. Según cálculos que manejan en Desert City, un jardín de ese estilo, con una extensión de 100 metros necesitará por lo menos 100.000 litros de agua al año frente a los 20.000 litros de uno basado en plantas xerofíticas. Los nuevos aires abogan por propuestas adaptadas y responsables, con un toque algo más salvaje, en el fondo nada nuevo, una vuelta al origen. «Suelo citar a Olivier Filippi, un viverista francés autor de El jardín sin riego, que ha hecho un trabajo de estudio de las plantas del arco mediterráneo y ha creado exclusivamente con ellas un jardín en Meze, cerca de Montpellier, de cero riego.

Por cierto, que las plantas xerofíticas, cactus incluidos, también aportan verdor y florecen, agradecidas como son por naturaleza, aptas para jardineros torpes. «De los cactus tienes que olvidarte durante seis meses«, certifica Mercedes García. «La regla a cumplir es dejarles reposar, en nuestras latitudes, desde finales de octubre hasta marzo, quitando totalmente el riego. En ese periodo se fortalecen y cuando los días se alargan, inician la nueva fase vegetativa y se empiezan a regar, cada 15 o 20 días, pero empapando bien».

Xerojardinería

Los jardines xerofíticos tienen una ventaja añadida: se adaptan. A exterior e interior, a grandes superficies y a propuestas justas de metros.

Así sería el paisaje de un jardín sostenible, que tendrá un hotel de insectos para atraer a los buenos que acaban de forma natural con los dañinos. A Steve Martino le gusta decir que un jardín, para serlo, «debe tener un árbol, una pared, una silla y un poco de agua». Habrá que añadir a las mariquitas que se comen a los pulgones.

Esta es una mirada innovadora rememorando nuestras particularidades.